EL
MUNDO
12 marzo
2017
Fue terminar los estudios de Bachillerato y cumplir la mayoría de
edad cuando Yolanda, una joven de 25 años que prefiere no dar su nombre real,
empezó a interesarse junto a su grupo de amigas por los llamados
"alimentos sanos". Compaginarlo con una actividad física intensa en
el gimnasio era la primera regla a cumplir.
Horas
en el supermercado, revisar el dorso de cada producto con el fin de averiguar
si iba incluida la etiqueta ecológica europea y examinar si cumplían los
requisitos de cultivo sin pesticidas. Éstas eran las premisas que ocupaban un
hueco pequeño de su nevera familiar. "Llegó un momento en el que sólo
comía frutas, verduras y frutos secos", explica Yolanda tras llevar dos
años en tratamiento en el Instituto Médico Europeo de la Obesidad.
Una vez
que cumplió la segunda década, su obsesión cada día iba a más. "No quedaba
con nadie ya que era incapaz de ir a tomar algo que no supiese de dónde
provenía. No comía con aquellos utensilios que sabía que habían tocado comida
contaminada. En ocasiones, me llevaba mi propio tupper
si me obligaban a cenar fuera", cuenta esta joven licenciada en
Administración y Dirección de Empresas.
Cuando
Yolanda traspasó esta frontera de la realidad, sus padres pudieron percatarse
pronto de que algo le ocurría. Las comidas familiares ya no eran lo mismo y
encerrarse en casa los fines de semana se convirtió en el primer atisbo de
desesperanza ante un problema al que no ponían nombre.
No era
anorexia ni bulimia, como en un principio llegó a creerse su entorno familiar.
Esa obsesión, hasta ahora bastante ignorada y que ni siquiera ella conocía, le
dijeron que se llamaba ortorexia, término descrito
por primera vez por el doctor Steven Bratman en 1997.
Este
trastorno obsesivo-compulsivo que lleva al extremo la alimentación sana aún no
está reconocido como trastorno de conducta alimentaria (TCA). Asimismo, dada la
novedad de esta patología aún no se conocen datos oficiales de personas afectadas
por ortorexia en España. Algunos especialistas en TCA
lo cifran en un porcentaje bajo; sin embargo, muchos de estos expertos sitúan
esta fijación como "subgénero" de la anorexia nerviosa.
Según
explica a ZEN el director del departamento de nutrición del Instituto Médico
Europeo de la Obesidad, Rubén Bravo, "la cifra de ortoréxicos
a nivel mundial va en aumento y sobre todo en sociedades de países
desarrollados. Son personas con un perfil de clase media-alta que pueden
permitirse comprar este tipo de productos". A diferencia de la anorexia
nerviosa o la bulimia, esta alteración se fija en la calidad de los alimentos y
no en la cantidad.
Lo
cierto es que el desconocimiento que existe ante esta preocupación enfermiza
hacia la comida saludable hace que muchas personas sigan encerradas en sí
mismas y antepongan la frase: "Yo como sano así que el problema no lo
tengo yo, sino tú" a la realidad del problema, detalla el naturópata de IMEO.
Yolanda
rememora cómo el círculo de amigas donde comenzó todo se ha dividido entre
aquellas que han dejado de lado este empeño por la imagen perfecta y las que
siguen aprisionadas entre los mitos de la alimentación sana y la
desinformación.
Educación como terapia
Luis
Alberto Zamora, dietista y nutricionista especialista en TCA, considera
precisamente que esta obsesión viene dada por "el exceso de información
que encuentran en distintos blogs o foros. Leen y analizan exhaustivamente los
estudios relacionados con la alimentación y los dictámenes de la OMS".
El
problema no viene porque coman sano, "eso es sólo la punta de un
iceberg", puntualiza Luis, miembro de la Asociación de Dietistas y
Nutricionistas de Madrid, sino por "cómo cambian sus hábitos, cómo limitan
su comportamiento y el sufrimiento por tener que seguir un patrón".
Yolanda
enumera alguna que otra tienda de la capital donde acudía para informarse
directamente sobre lo que no debía consumir. Veía esos lugares como puntos de
reunión donde "la gente normal" compraba "alimentos puros".
En esos espacios no se veía excluida socialmente. Era feliz. "De alguna
manera, la sociedad de ahora favorece que una persona caiga en esta
obsesión", comenta Luis.
Para
evitar que el mito se convierta en realidad, las personas que son tratadas como
ortoréxicas deben pasar por un tratamiento
psicológico y educativo bastante duro, tanto para el paciente como para el
especialista. "Tienes que ser un buen conocedor y estar actualizado sobre
todo el tema de la alimentación dado que van a rebatir toda tu
información", agrega Rubén.
Por eso
mismo, estos dos expertos consideran que la educación alimentaria en todas las
edades es primordial para evitar este tipo de trastornos de conducta
alimentaria. Es destacable que muchos diagnosticados de anorexia y bulimia
creen que "han salido de la enfermedad" una vez que adoptan el hábito
de comer únicamente sano. Se equivocan.
Aunque
continúe con el tratamiento, Yolanda ya ha ampliado el hueco de su nevera e
ingiere algunos productos que antes no tomaba, pese a que todavía rechace
algunos de ellos. Su rutina intensiva en el gimnasio se ha reducido. Y lo más
importante, es capaz de quedar con sus amigos y comer junto a sus padres.